[La Plata/ Mar del Plata, Argentina. 1945]

 

Nació en La Plata, en 1945. Publicó doce libros de poesía y los ensayos Una conversación infinita, 2016) y Continuidad de la poesía (2020). Su poesía se encuentra reunida en Antología poética (1997), Cármenes (2003), En la mesa desnuda (2008) y Eolo y otros poemas (2016). Premio del Fondo Nacional de las Artes (1966), Premio Pondal Ríos (1979), Primer Premio Regional de Poesía Sec. de Cultura de la Nación (1985/88), Konex de Poesía (1989/93), Consagración de la Legislatura Pcia. de Bs.As. (1996), Premio Esteban Echeverría (2007), Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2009), Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional (2014) y Gran Premio de Honor de la SADE (2019). Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras.

Poemas

El calor cercaba los huertos y la corteza de los árboles,

la carretera centelleaba a lo lejos

acortando la distancia;

el silbato del tren era el único habitante

que poblaba la tierra.

 

Morada de un país inextinguible

donde anidaba la menta y el benteveo.

 

No los menciones, déjalos ahí, no los toques,

no quieras devolverlos al combate del eros

ni a las pruebas del valor,

bajo pena de que todo eso

se derrita.

Es tan corto este día,

que en un instante se agolpan

la mariposa del jardín anterior,

el viento frío de septiembre,

sin tener en claro

cuál de los dos ha de reinar.

                     

Tan corto,

que en un abrazo

puedo contenerlo,

con la sensación de asistir a algo

que se consuma

sin haber existido.

 

La huella

sigue a la mano,

la perla

al pescador de perlas,

la pluma al pájaro

y el trueno al oído.

 

Flecha súbita

que alcanzó su blanco,

cita no concertada

en el jardín de las delicias.

 

Y yo en el medio,

oficiante anónimo,

ciego guardián.

Ese vivir en tránsito:

entre la corriente y la piedra,

entre la columna y el árbol,

entre el clamor de la partida

y la ceniza del regreso,

entre una ciudad dormida

y otra que despierta

con su ojo de cíclope,

entre dos continentes que se buscan

y a los que separa el mar.

 

Antes jóvenes, luego maduros,

más tarde cautivos;

como vigías de faro

buscándonos en círculos

y en línea recta,

detrás de un pequeño sol;

con el corazón partido,

sin haber borrado

el lento declive

ni arrojado el Yo en un abismo.

 

Y aunque el arroyo se desborde

y la casa se anegue,

aunque la lluvia caiga

y la estrella se despida:

heracliteanos, oscuros,

invisibles para todos,

incluidos nosotros mismos;

aprendiendo a respirar

la infancia de un país doloroso,

el azar de palabras revueltas.

 

Entre los primeros días de agosto

y los últimos de septiembre,

entre la mano que descansa

y la mano que oprime;

ni demasiado pronto, con lágrimas,

ni muy entrada la noche;

desde lo hundido, fangoso,

al resplandor de lo claro:

siempre vivimos entre:

en el despertar de un delgado sueño.

 

Del libro Y el mundo está ahí. Edit. Libros del Zorzal. 2019.