[Buenos Aires/Chubut, Argentina, 1962]

 

Escritor, editor y docente universitario. Dirige la editorial “Espacio Hudson”. Enseñó en la Universidad Nacional de la Patagonia y en Leeds University. Recibió el premio “Raúl González Tuñón” (2005) y el primer premio del Fondo Nacional de las Artes (2007). Dentro de su obra destacan: La sombra de todo (2007), Música desconocida para viajes (2009), La caída hacia arriba (2013), El rincón de pedir (2015), entre otras. Editó el disco Un ring para dios (2009) junto a Palo Pandolfo. Compiló Herejía bermeja. Obra poética de Bustriazo Ortiz (2014), Reuëmn. Poesía de mujeres mapuche, selknam y yámana (2017) y 20 poetas argentinos del siglo XX (2018).

Poemas

Para Artaud, en su memoria.

 

Guardo un objeto, lo limpio con paciencia, ayudo a convertirlo en recuerdo, adquiere matices pardos, parece relevante en su materia avejentada, sube su precio espiritual, guardado entre objetos otros que también duran por pura constitución material. El tiempo va pasando, le asigno importancia, lo paso de una caja a un cofre, a veces lo extraigo con cuidado y me dedico a contemplarlo. Es bello ahora, cada vez más se parece a una pieza única de un pasado perfecto e irrepetible. Merece ser resguardado en una caja de seguridad, es una lucha contra el tiempo y se ha convertido en símbolo de una existencia, tiene esa consistencia. Me despierto, la mañana empieza como un dolor en el vientre, una enfermedad paranoica, y para conjurar la ilusión arrojo el hueso o la piedra tallada a la basura común de toda la vida.

 

(Rodez).

 

Del libro The Foreign Passion. Edit.  Influx Press. Londres. 2016.

                                                                                      “¿Levantar la cabeza?

                                              ¿Dónde cree que estamos, en la Patagonia?”.

                                                                                          SAMUEL BECKETT

 

Atrapada por el cuello al alambre de púas, un mal movimiento la degollaría. La oveja desliza milímetros su cabeza hasta quedar inmóvil a la espera de una solución que escapa a sus propios movimientos. Su cabeza no piensa, ni esboza cursos de acción, apenas percibe el suave ardor de los alambres puntiagudos, mientras a unos metros del alambrado los vehículos atraviesan la soledad. Pasan sin verla, o ven apenas la imagen fugaz de una oveja que permanece muy cerca de la ruta, en una inmovilidad sólo rota por gestos imperceptibles. Atrapada por el cuello al alambre de púas, oye la secuencia creciente y luego decreciente de los motores, quieta se queda y algo semejante al placer percibe cuando logra la quietud absoluta. Empieza a dolerle cuando se adormece, y así se despierta, y vuelven a nublarse sus ojos azules hasta que regresa el dolor que para ella no tiene nombre. No puede estimar la duración de la noche ni aspira al azar de alguien que atine a separar su cabeza del alambre.

 

Del libro La sombra de todo. Edit. Bajo la luna. 2007.

manía por lo finísimo, esas

lonjas posibles a partir de

hojas filosas de velocidad

 

carnes quemadas por el verdugo

que las asa en busca de una terneza

que sólo él llama confesiones

 

cortes

exactos en las articulaciones

secciones de nervios

tendones abrumados por la hoja

trepanación del hueso

cartílagos, órganos que no ofrecen

resistencia

cuerpos al final son cuerpos helados

doloridos en la mesa del carnicero

apetitos despiertan

imaginación horror

sangre oscura que cae en forma de gotas

interminables

sobre otros

animales que lamen 

 

Del libro La sombra de todo. Edit. Bajo la luna. 2007.