PH. CARLOS MASCIONI

[Villa Mercedes. San Luis, Argentina, 1976]

 

Coordinador de talleres literarios. Gestor creador del encuentro artístico-literario “Poesía Fusión”. Ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales.

Ha publicado Epígrafes (2008), Breviario (2011), Eco-Grafía (2013), Cronopias, Fuga de Luz (con fotografías de Ornela Guillaumín,2015); El laberinto de Proteo (2016), Lengua rota (2017), Lo que aturde (2017), Preguntas muertas (2018), ¡Qué sé yo! (2019),

Actualmente se desempeña en la Biblioteca Pública “Ana María Ponce” del Centro Cultural “José La Vía”, en San Luis.

Poemas

Me pregunto cómo será el bostezo de una pulga,

mientras acomodo mi adolorido cuerpo bajo las sábanas;

¿será con contracciones cortas, pero profundas

                                                     como las del hipo,

o como si al abrir la boca, con un suave arqueo de labios,

                                       pidiera permiso,

o será seco, contundente y ruidoso

           como un golpe de puño sobre un hueso?

 

No es que me quite el sueño

este inusitado pensamiento,

pero recuerdo el relato de Aristófanes,

el camino de las patas enharinadas de una pulga

en la calva de Sócrates para medir su salto,

y me doy risa o me la contagia esa lejana lectura,

y miro de reojo a mi perra

que se rasca con fruición espartana,

y me sugestiona, y soy yo el que rasca ahora

hasta la sombra de una roncha.

 

Este es en definitiva

el insondable abismo de la literatura,

su irrisoria contemplación de lo superfluo,

su desquiciado desamparo,

y me conduelo de esas manos,

esos labios, esos ojos de pulga que naufragan

en el insomnio del papel en blanco

y el bostezo que promete devorar la noche

y desecharla en un tacho de basura.

 

Del libro Lengua rota. Edit. GPU. Córdoba, 2017

¿Con qué decencia dejo caer la birome,

carcomida por el humo del insomnio,

hasta el acordonado precipicio de las zapatillas?;

¿con qué humor dejo que el frío

cuele sus ojos por la ventana

y haga de mi piel papel de lija,

mientras intento el poema

que me excuse del día y me permita

defenderlo de su rutina

bosquejada en las cenizas?

 

El tiempo fuma esta persistencia,

y me aleja del desolado corazón

de las camisas. No hurga el despertador

en mis entrañas. Ya no perfuma la mañana

el aerosol de propaganda, ni el café se me va

de la boca hasta las venas. Ni en la oficina preguntan

por expedientes que despaché mientras dormía.

 

En absoluto cambió mi vida:

ocupo las horas en mentirme

con palabras prestadas,

tomo otra vez la lapicera

y la hundo con frenesí

en el empedrado sombrío de este poema

para no ser otro desempleado número

que busca ubicación en los clasificados

de un diario pesimista y aturdido como todos.

 

Dejo de creer en Dios, y apago el velador de la pieza.

En la mesita de luz, soy otro cigarrillo que se quema.

 

Del libro Lo que aturde, Edit. Perniciosa, 2017

A mi hermano, Jorge Luis

 

“Vacaciones obligatorias”, dijo mi hermano

al extenderme el mate

como un parte con contraseñas

de yerba y resignación sombría en la cara

cariacontecida, tremebunda,

con fatiga de herrumbre,

detenidas sus pupilas

en la fantasmagórica fábrica

que escupe a sus peones a la calle,

a resguardarse de los colmillos del hambre

con sobras de un sueldo a saldos

masticado por tarjetas de crédito en rojo,

y un mundo abismal que se les cae en los hombros.

 

Me ocupo en estas cavilaciones,

con frío de agosto en los huesos,

para robar un mendrugo de pan al insomnio,

y hacer como que escribo en un diario íntimo

que abre sus ojos a cuchillos

cuando el día llega somnoliento

y la pava rezonga

                por un sol estancado en la garganta.

 

No tarda en llegar la lluvia,

tose el reloj y se me escapa

este exabrupto de melancolía.

 

Del libro Preguntas muertas. Edit. Fondo editorial de la Cámara de Diputados de San Juan, 2019