[CABA, Argentina, 1951]
Nació en la Ciudad de Buenos Aires. Fundadora de “Vinciguerra Hechos de Cultura”. Vicepresidente de la Fundación Argentina para la Poesía. Conductora y productora ejecutiva de programas radiales y televisivos. Como gestora cultural, organizó numerosos ciclos de conferencias y creó la plataforma digital www.art7tv.com.ar. Ha publicado más de diez títulos de poesía, entre los que se destacan Oficio de mujer, Impostergable defensa, Privilegio del silencio y A lágrima seca. En 2019 ha sido declarada “Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.
Poemas
Arrastran su pluma
(puedo oírlos)
arrastran sus huesos
a las siete de la tarde
entre recuerdos brumosos
ellos escriben.
Sujetan la daga para no olvidar
(para que yo no olvide)
cuando la sangre de esos hijos hermosos
minaron sus casas
(y la mía).
La desdicha reconstruye el pecho de las madres
con una cierta dignidad. Dicen.
Se duelen.
Asimismo, escriben.
Se cubren los ojos para no leerse en el horror.
Apartan entonces los papiros
las hojas, las violetas hojas de arroz,
dejan su puñal a un costado de la mesa de roble
y pierden la mirada en la
tarde lluvia de sus páginas.
Algún día, dicen.
Algo resplandece.
Del libro Privilegio del silencio. Edit. Vinciguerra. 2011.
CADA UNO HACE DE SU DUELO
una poción de savia
o de cicuta
y la bebe a sorbos con los ojos
calladamente,
la empuja
la mastica
y hasta la devora con una sonrisa.
Cada uno entona su canción triste
algunos
con cuerdas de guitarra
otros
con retumbe de cuchillos mientras la sangre cae
gota a gota en melódica cascada.
Lo cierto es que cada uno hace su duelo
con dientes gastados
y cuando se mira al espejo
es capaz de llorar
irónico,
a lágrima seca.
Del libro A lágrima seca. Edit. Vinciguerra. 2017.
YA ES HORA DE DESARMAR LA CASA
Las agujas perdidas pueden
dañar la orilla del cuerpo. También las maderas arrumbadas
con puntas de acero a la vista y los espejos astillados.
Las cortezas en paredes, los relojes con minuteros detenidos
y las aureolas de humedad en lugares imprecisos
pueden empequeñecer la risa de los niños.
Los niños comienzan a poblar la casa.
Es hora de abrir cajones, desasirse de lo superfluo:
zapatos con tacos altos, talles para la cintura anterior
(con el paso de los años el cuerpo elige
con insolente bienestar).
Pregunto para qué guardar telares atraídos por alguna polilla
en actividad bichera, para qué los recibos de compras,
las postales navideñas que causan pena porque sus firmas
han sido borradas de la agenda. Me pregunto para qué retener recuerdos
en un contraluz de palabras solapadas si es necesario olvidar
para desarmar la casa y ya es imperioso hacerlo. Imperioso es iluminar
la sonrisa de los niños. Es urgente que nos encuentren francos y sensitivos
para atestiguar la alegría. Las mudanzas, los calendarios y
por sobre todo, la esperanza de atenuar el temblor que aloja soledades
cuando las puertas se cierran y se apagan las luces al anochecer.
Ya es día. Abrimos las ventanas.
Y un nuevo combate, un nuevo alumbramiento ocurre.
Ya hemos vencido el caos.
Del libro A lágrima seca. Edit. Vinciguerra. 2017.