[Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, 1958]

Escritor. Editor. Docente. Poeta. Comenzó a publicar textos literarios y artículos periodísticos, en diarios y revistas especializadas, a partir de la década del ochenta. Su educación oficial quedó interrumpida por el servicio militar obligatorio, hecho que determinó su curiosidad por la interrupción. Trabajó en Sudamericana como editor durante más de veinte años. Hoy lo hace en La bestia equilátera. Dicta cursos y seminarios. Libros, entre otros: El carapálida, Peripecias del no, Mil tazas de té, Ejercicio de incertidumbre, Pasado mañana. De publicación inminente: La noche politeísta, Cómo dibujar un caballo sin mencionarlo, Cuaderno almenado Lume Spento (con obituarios de Poictesme).

Poemas

GASPAR CAMPOS

Como mirar a través de piernas o árboles.
Ventanas: la intimidad sin mayores riesgos, insignificante
de un matrimonio cualunque (ella mujer, él mayor), atribuyéndole,
ya que no mucho más, la esperanza de vencer esa esperanza
a fuerza de imaginarla sin un ápice de vulnerabilidad, vulgaridad.
Sentar cabeza, sacar la mirada de entre esos árboles, esas piernas.

Volverse uno insignificante aunque lo fuera ya. Cerrando
los postigos, señales o signos seguros, después los ojos,
exigiéndonos antes del final del día, de la vida,
incorporarnos a la pesadilla de la historia. Qué más.

Poema inédito

ADEFESIO

Cuando nací, este poema era incapaz aun de inspirarme.
Cuando nací en un cuarto grande, compartido
por convalecientes de la misma edad. Mi grito
comparece. Los niños comparecieron y crecieron.
Se convirtieron. Se han convertido en alacranes

El cuarto grande ahora en talmud;
mi siesta, en abracadabra.

Poema inédito

OÍD, MORTAL

Después de arrojar para siempre del cielo
el sol negro de la melancolía, después
de despedirme de la estación violenta,

y deshojar de mi oído interno
las barrack room ballads

de oír cómo me quejo, cómo del puente
me alejo, cómo sonrío y grito y lloro, 
                                                           oíd mortal.

Antes que pida consuelo, le pida
piedad al vuelo, pida con cada aliento
un día, un ciclo, una semana de bondad.

                      Oíd, mortal.
 
Después. Después de revolcarnos.
De revolcarme en turba o sieno, de calcular
y recalcular, recaudar guano,
la isla de desdén 
que mi desvelo
provocó. Oíd, mortal. 

Antes de abandonarte, abandonarme
con celo a tu custodia, revelar
(con zozobra)
que el nombre
el nombre de la estrella es Ajenjo,

(y la isla, la de Jura, perhaps)

                Oíd, mortal.

Cuando comience el sol hacienda
a presentirnos como manada
(el sol manada a presentirnos como hacienda),

cuando nos mande, nos avise, nos recomiende,

en gradación desajustada
que nos haga pensar en la cocina del mal,

 nos mandemos mudar,
y el agua y el aire,                el mar
el aceite
                                       Oíd, mortal.

[#en medio, sí,
en medio de la noche de la nada,
cuando el Nazareno 
                                  y el Nocturno
de José Asunción Silva 
nos devuelva la razón,
las riendas
del corazón
de la oscuridad,

                              mandémonos mudar.

Poema inédito