[Montevideo, Uruguay, 1947]

Escritora, traductora y crítica de cine. Tiene larga trayectoria en prensa cultural. Recibió becas de escritura e investigación del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay. Ha ganado: el Premio Narrativa MEC 2010 por En un idioma extranjero y el Premio Narrativa 1996  Bartolomé Hidalgo  de  la Cámara del Libro por Historia quieta.  En poesía publicó En un idioma extranjero, Muchachas de verano en días de marzo, Historia Quieta, Histoire immobile, La casa de enfrente, Historias de cuerpos, Mascarones.

Poemas

El desconocido  esperaba en el pasillo, arriba, donde termina la escalera. Estaba de pie en el umbral, como en los miedos. Me acerqué y me levantó en vilo con su cuchillo, en una intimidad inesperada. No podía ver su cara, pero seguía mirando su familiar silueta. Había quedado una copa en la mesa del jardín, y llovía sobre la copa. Y aquí estoy, ahora,  como si pudiera hablar. Como si se pudiera hablar y ser comprendida, y no ser la apestada.  El heautontimourenos.

Del libro El fin de algo, de próxima publicación

Yo, obligada a los espacios pequeños, desarrollé la habilidad, a veces la trampa, de mirar fijo hacia adentro, mirar fijo hacia donde no están las cosas. Hablar, quiero hacerlo con muy poca gente, pero no sé quiénes son. Yo miro todo lo que puedo; a veces no puedo sostener la mirada sobre los otros y me pierdo de mí al retirarla de ellos, y tengo la voz enronquecida de tanto no hablar. Es entonces que acerco mi cara al celular y hablo. Pregunto allí cuál es la dosis cotidiana de palabras que hay que emitir para no perder la voz. Si hay una medida. Cuánto debería hablar una persona, por día, de manera concentrada, o no, para que la voz se sostenga. Sin embargo, hubo veces en que acerqué gozosamente mi boca al micrófono. Escuché el aire que se condensaba y envolvía mi cara. Había personas frente a mí, a veces en la oscuridad de una sala. Probaba el sonido; levantaba el papel escrito y leía hacia la oscuridad o hacia el inasible conjunto. Cada palabra, el ritmo de una a otra, su autonomía entre el micrófono y mi garganta, “entre el micrófono y la penumbra”, hacía que el  texto saliera de mi cuerpo.

Del libro El fin de algo, de próxima publicación

No es mío este paisaje, ese mar. Mi paisaje es adentro. Sin embargo lo miro, o lo veo en apenas un pequeño plano de esquina, detrás de un café servido en la mesa de la izquierda. Esta es toda mi relación con el celebrado río ancho y marrón. De lejos o a una cuadra corta, de costado. Estoy a salvo de él. Solo puedo escuchar el viento azotador, de noche, que viene de ahí. Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor”.

Del libro El fin de algo, de próxima publicación