[Medellín, Colombia, 1957]
Narrador, poeta y escritor de obras para niños. Profesor de la Universidad de Antioquia. Editor de la colección Palabras rodantes de Comfama y El Metro de Medellín. Fue director de la Revista Universidad de Antioquia y de la editorial de la misma institución.
Autor de Una leve mirada sobre el valle (1994), La línea del tiempo (1997), Vecinas (1998), Los cantos de Isabel (2000), Memoria del pez (La Habana, 2002), Cantar del retorno (2003), El jardín del origen (2009) y Callado canto (2010). También ha publicado libros infantiles y textos para la enseñanza de la literatura.
Poemas
MEMORIA DEL PEZ
El canto de los peces es inaudible
El velo de las aletas en el agua
es también una visión de danza
y música del silencio
Dame de nuevo la memoria del pez
Fui pez en un río de sangres
y subí hasta el útero
en busca del huevo que me hizo hombre
Dame la luz de ese recuerdo
para ser inquebrantable como un pez
Si en mi primera instancia en la tierra
fui un pequeño pez
devuélveme esa memoria
para volver a ser un callado brillo
¿No son los astros
peces
en su mar de espacio y tiempo?
Del libro La línea del tiempo, Edit. El propio bolsillo, 1997.
EL RÍO
¿A quién engañas Heráclito?
El río es el mismo
el único
Has ido tantas veces
y siempre has dicho que el río
en su fluir deviene
es otro cada vez
Y el pobre Borges
inocente y asombrado
en el espejo de sus aguas
ve a otro Borges cada vez
y repite de nuevo
crédulo como un poeta puro
tu sentencia falaz
Pero el río es uno solo
uno solo es el jardín y
la cosa es una misma cosa
Del libro El libro de las paradojas, Edit. Sílaba Editores, 2015.
EL TIEMPO DE LOS ÁRBOLES
El tiempo de los árboles es más lento porque ellos viven tranquilos.
Los árboles están contentos con su condición de árbol y son leales a su naturaleza.
El mango no quiere ser naranjo, porque está satisfecho de sus dulces frutos y los exhibe orgulloso en grandes gajos que cambian del verde al amarillo y al rosado entre sus ramas.
En los vientres de las selvas colombianas, los guayacanes, las ceibas, el duro parasiempre,
elevan sus ramas serenas hacia el cielo en busca de la luz del sol que es la cópula del cielo con la tierra.
Los árboles guardan un silencio sabio durante los siglos de su existencia y, con éste, dicen la verdad profunda para que la escuche quien oídos tenga.
La paz de los árboles propicia moradas a los pájaros, que son nerviosos e inquietos porque su corazón es frágil y su cuerpo leve.
Los árboles reciben gustosos el agua de las lluvias, la alegría reverdece sus hojas como el aliento de una mano fresca.
Muy raramente el árbol entristece y si entristece es por enfermedad o por falta de agua, pero se alivia fácil porque es inocente y simple.
El tiempo de los árboles casi está detenido para nuestros ojos rápidos.
El amor de los árboles casi es invisible para nuestro corazón mezquino.
La paz de los árboles
es el secreto de su larga vida.
Del libro La línea del tiempo, Edit. El Propio Bolsillo, 1997.