[Palestina / Rusia, 1964]
Poeta, editor, traductor, productor, y presentador. Trabaja en el campo de la escritura y lo audiovisual. Obtuvo varios premios tanto en occidente como en oriente. Activista por la cultura árabe.
Ha producido varios textos entre los que se destacan: La muerte preparando el funeral (1998), Alaa (1998), Resurrección de los muros (2001). Se incorporó al Instituto de Literatura Maxim Gorky, afiliado a la ex Unión Soviética de Escritores, y a la Asociación Internacional de Sindicatos de Escritores tras el colapso de la Unión Soviética, donde se graduó y obtuvo una maestría con distinción en 1995.
Recibió su doctorado, con distinción, de la Universidad Central de Moscú, Instituto de Literaturas Asiáticas y Africanas, en 2001.
Editor de la revista “Poets”. House of Poetry en Ramallah desde su publicación en 2013.
Poemas
La tercera parte de la noche
Una bendición te cubre con jengibre
y protege a tu alma de la muerte oscura.
Tú…eres tú,
recoges la tristeza de las gaviotas del mar,
sacudes el siseo de los pesares
y la sabiduría de su ida.
Tapas los agujeros en el aire
con las frondas de tus dedos finos,
y retiras de la mejilla del río… su soledad.
La sombra de tus ojos
desvanece entre nosotros
y nadie está en el poema,
en la figura de la desesperación,
en los cadáveres cubiertos con la memoria de la tumba.
Nadie…nadie.
Y tus pájaros incrustados en el núcleo del fuego
mientras tus ojos permanecen ubicados en la sombra.
Diga:
Caminaba yo sin pasos
me olvidaba de mi cuerpo al levantarme,
recogía la diáspora de los de los lados
olvidaba mis manos en las dos manzanas de una mujer
luego sueño que soy el niño
que ataba el río en el arco de sus dedos
y me tiro debajo del pecho de una paloma.
Diga:
Concédeme algo de tu paciencia, señora mía,
me precipito hasta el desvanecimiento del arrepentimiento
abandona tu órbita,
enciéndete en mi pulmón.
Que sea tu voz un mero eco
haga que tu relincho se rasgara en la sangre
en tu carrera cubriendo distancias
éstas que se rompen en tus pies.
Quizás te habías despertado
y mirado los charcos de sangre:
esta es la sangre,
la frente del viento,
y las frutas colgadas en las neblinas,
mi corazón pendiente en las montañas de elegías,
la última parte de los amigos,
y la flauta del cantor,
el pan fino
y la tinta de palabras de sangre.
Ay poeta veterano en despertar,
duerme al lado de mis ojos,
nadie está en las metáforas
excepto tus alaridos en el alma
sonando como un escándalo.
Ay bala,
¿Cómo se había destrozado
y no entendía los gritos del animal sacrificado?
Nadie,
excepto algo de tu gemido en plena muerte
y tus lágrimas traidoras
no te dejaron llorar
Aquí estás: dos ojos en la sombra
¿Cómo que ves en el poema, más de lo que ve el poema?
Una calamidad
¡Qué calamidad es capaz de saludar
a los que van sin tener manos
y recibe a los últimos que vuelven solos.
Del libro Los difuntos pasan por el funeral
Traducción de Abeer Abdel Hafez
Versión original
Tú…me traicionas con tu esposo,
pero la sombra de tus brazos
duerme sobre mis hombros,
y todavía está
la vuelta de tus alientos mojada por la lluvia,
los besos que dibujaron los límites de nuestros dedos,
la luna tendida en una alberca,
el jadeo de tu camisola
en la media noche,
me chasquea el pecho
apuradamente.
Todavía está
la atención de las casas que respiran
la oscuridad de sus ventanas frías
repitiendo la descripción de nuestros pasos.
¿Cómo que te olvidaste de mis manos
acercándote por ti?
Conmigo traicionaste a tu esposo,
permanecen los temblores de nuestras dos memorias
en el espejo de vuestro lecho
y la turbación de tus manos encima de mis rodillas:
tus convulsiones gitanas.
Te acercaste mucho de las rosas
hasta el punto de perder tu aroma.
Del libro Los difuntos pasan por el funeral
Traducción de Abeer Abdel Hafez
Y lloraste a muchos hombres,
aunque no te vieron detrás del sollozo,
no se cayeron de tus lágrimas.
¿Seguirás de pie frente a tu espejo,
esperando, en balde, a alguien
que nunca volverá?
mientras el pasado de tus ojos
no es más que la memoria.
Solo, solloza el viento del norte
detrás de las ventanas,
también la lluvia que se resbala
y las lámparas permanecen ciegas
cuando el corazón de la ciudad
cuelga el hilo de la somnolencia,
y tu vela de ayer no concilia el sueño
igual que los temblores de tu sombra
en la pared,
los restos del golpe de tus gritos
detrás de una boca dolida por su eco:
debe de haberse alguien
para revelarle mi soledad.
Sola mi mano
se extendió sobre tu cintura
como cera fundida,
y la cama radiaba la chispa de tu cuerpo.
Los pasajeros no sabrán,
¡por qué te olvidaste de tus brazos
tendidos para una cabeza somnolienta ¡
Tus ojos, rígidos, con sus lágrimas
Como unas señales en un sueño desvanecido.
Así, no duermas
morirás sola, olvidada, fuera de la tumba.
Del libro Los difuntos pasan por el funeral
Traducción de Abeer Abdel Hafez