Bar el Banderín: crónica embanderada de poesía.
La voz poética de Mercedes Roffé abrió la ronda. Eran las tres de la tarde del 6 de mayo. Rueda que rueda la poesía, que venía aportar su voz a la Feria del libro, se disfumaba en las calles porteñas. La voz de Roffé disparó el hechizo: los bares notables de la ciudad comenzaron a llenarse de versos gracias al VIII Festival Internacional de Poesía Buenos Aires. El primero “El Banderín”, un clásico de la zona de Almagro, ubicado en la esquina de Billinghurst y Guardia Vieja.
Las clásicas mesas de madera se poblaron de poetas, habitués y caminantes que se sumaron al encuentro. A Mercedes la siguieron con sus versos Gustavo Tissoco, de Corrientes pero afincado en Buenos Aires y Leandro Calle, de Zárate, aunque cordobés por adopción. Coordinó la mesa el poeta catamarqueño Alfredo Luna. De fondo y entre los banderines futboleros de las paredes, se escuchaba la música de vientos a cargo de Mariano Gamba. El resto era un escalón de silencio en un recinto acostumbrado al chin chin de los platos de metal contenedores desde 1920 de tradicionales medialunas de manteca y grasa.