Una recargada nube retiene la lluvia
y en vaporosa distancia observa
el viaje inevitable de la hoja que cae.
¡Cuánto tiempo he buscado la magia!
La causalidad es un viejo niño que frente a mis ojos
se descascara,
me ofrece el poder de adivinar el camino
y detener en seco el curso de mi lágrima.
Un impulso primero determina el resto.
Basta que el ave malinterprete la caricia del viento
para condenar a su bandada al desvío.
Un pequeño giro en la esquina incorrecta,
una fracción de segundo,
un bostezo a destiempo desincroniza el paraíso.
Ya sabes
el aleteo incesante de la mariposa.
Si desde ahora decido caminar de manos
¿caerán como manzanas las llaves?
¿se abrirán como flores las respuestas?
Algún día he de ser la hoja que cae.
Antes seré fruto, savia, alimento;
pero esta tarde soy nube y llevo cerrados los ojos
porque los he tenido abiertos
y no he visto nada.
Del libro Canto a la hoja que cae. Edit. Hanan Harawi, 2021.